martes, 22 de mayo de 2012

DEVOCIONAL - MAYO 22 DE 2012

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.
                                                                                                  Salmo 51:10,12

                      LAVADOS

En el evangelio según Juan 13:1-11.  Jesús en la víspera de su crucifixión, lavó los pies de sus discípulos.  En oriente, usar sandalias obligaba  a las personas a lavarse los pies muy a menudo.  Esta tarea generalmente correspondía a un esclavo, pero aquí Jesús, el Hijo de Dios, tomó el lugar del esclavo. ¡Qué humillación! ¡Qué signo de amor! Cuando le llegó el turno a Pedro, éste se negó a dejarse lavar los pies, pero luego, conmovido por la gracia de Jesús, le dijo:  "Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza" (v.9).  Jesús le respondió:  "El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio" (v.10).
El que ha sido alcanzado por el amor del Señor Jesús, quien ha creído y ha sido lavado de sus pecados en Su sangre (Apocalipsis 1:5), tiene todo el cuerpo limpio.  La sangre de Cristo, derramada en la cruz, es la que salva al pecador y lo lleva a él.  Este único acto fue cumplido una vez para siempre.  Jesús ha "efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo" (Hebreos 1:3).
Pero el lavado de los pies es necesario durante todo el andar del cristiano.  Sea consciente o no, está en contacto con el mundo y manchado por el mal.  Necesita ser purificado constantemente.  Cuando la Palabra de Dios (simbolizada en agua) es escuchada y leída atentamente, nos purifica mediante su mensaje.  Ella lava, reaviva la conciencia y purifica nuestro corazón; de ahí la necesidad de leer la Biblia y estudiarla cuidadosamente en oración.