EL MOVIMIENTO Y DIRECCIÓN
Muchos cristianos le piden a Dios que los dirija en muchas cosas. Pero no se ponen en movimiento.
Para poder mover el aparato de dirección de un vehículo es indispensable que éste se ponga en marcha. De lo contrario, por una parte, no hay razón para mover el volante, y por otra, no surte ningún efecto.
Así, por ejemplo, para que el cristiano pueda experimentar la dirección de Dios en la victoria constante contra su propia naturaleza de pecado, contra la carne y contra Satanás, él tiene que considerarse muerto con Cristo, sepultado con El, resucitado con El, ascendido con El y sentado con El, en "los lugares celestiales"; y moverse diariamente con esa conciencia. Entonces sí experimentará que el Señor se ha apoderado de la dirección y que, aunque las cosas de este mundo siempre continúan como antes, él marcha en perfecta armonía con la dirección del Señor.
En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.