En los tiempos del Nuevo Testamento ya se hacían vasijas de arcilla como en el día de hoy. Muchas veces sucedía que alguna de esas vasijas se agrietaba. Los alfareros de mala fe acostumbraban tapar la grieta con cera y luego le echaban al recipiente un baño con agua espesa de arcilla con lo cual quedaba con apariencia igual a todas las vasijas buenas.
De modo que cuando alguna persona se acercaba a una venta de vasijas de cerámica se atrevía a preguntar si la vasija que le gustaba tenía cera o estaba sin cera (sine cera).
De este hecho real nació la familia de la palabras: sincera, sincero, sinceridad, sinceramente, sincerar y cincelador.
Sincera era, pues, la vasija que no tenía cera. Poniendo la vasija entre el ojo del observador y el sol se podía saber si estaba sine cera.
El cristiano sincero es el que no tiene cera de hipocresía tapada con agua espesa de apariencias. Cristo, que es el Sol divino, es el único capaz de revelar la sinceridad del creyente cristiano.
Para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo,
Filipenses 1:10
Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Hebreos 10:22
Hebreos 10:22