Un famoso herrero de la Edad Media, por desgracia fue a parar al calabozo. Allí concibió la idea de fugarse. Comenzó a examinar las cadenas que lo ataban, tratando de conseguirles alguna parte débil.
Pero en vez de llenarse de esperanzas se llenó de consternación, pues descubrió que las cadenas tenían su propia marca, y su orgullo había sido el de que nadie habría podido romper ninguna de sus cadenas.
El pecador también ha forjado sus propias cadenas. ¡Y lo tienen atado! No hay poder humano capaz de romperlas.
Sólo hay una persona capaz de romperlas: Jesucristo. El dijo:
"Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres"
JUAN 8:36
(Francisco Lievano)
