jueves, 2 de agosto de 2012

UN HOMBRE CAMBIADO POR EL EVANGELIO



La Biblia narra la historia de un hombre pequeño de estatura, pero grande en proezas.  Se llamaba Saulo de Tarso.  El hombrecito no tenía sosiego en ninguna parte.  Andaba desesperado persiguiendo a los miembros  de la iglesia evangélica en todas partes.  Se reunía con los sacerdotes y, luego de largas discusiones apasionadas,, éstos le daban cartas de autorización  para perseguir a los seguidores de Cristo.

Un día Cristo se encontró con él, y le cambió la vida, le cambió el destino, le cambió el nombre, le cambió todo.  Desde entonces se llamó Pablo.  Veámoslo, ahí lo están descolgando en una canasta por el muro de Damasco.

-mira, ¿y tu no eres Saulo de Tarso?
-Era Saulo de Tarso, pero ahora soy Pablo. Cristo me cambió.  "No me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios."

pasemos a Filipos.  Ahí está encarcelado con silas.  Los quieren matar.  Pero la cárcel se les abre por sí.  Entrevistemos al hombre pequeño.

-Mira, ¿y tú no eres Saulo de Tarso?
-Era Saulo de Tarso, pero ahora soy Pablo, Cristo me cambió. "No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios."

Marchémonos a Roma.  Ahí está en una celda.  Dicen que pronto lo sacarán, pero lo tendrán encadenado a un soldado.

-Mira ¿y tú no eres el famoso Saulo de Tarso?
-Si, yo era, pero ahora soy Pablo.  Cristo me cambió. "No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios."

Y usted, cristiano, ¿se avergüenza del evangelio?

Y usted lector, ¿No quiere un cambio como el de Pablo?


"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego".   (Romanos 1:16)








Francisco Lievano