Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo
del nombre, para que lo visites? (Salmo 8:4).
Con estas palabras, cabe reflexionar
esta interrogante a Dios a modo personal diciendo: ¿Qué soy yo Señor, para que
te acuerdes de mí? Y ¿Quién soy, Señor, para que vengas a mí? Bueno, es
interesante pensar primero, ¡cuán grande es nuestro Dios!
Él, Dios todopoderoso fue quien creó la
tierra y todo cuanto en ella hay, creó ese sol maravilloso que siempre nos
alumbra, esa luna que igual nos acompaña todas las noches, las estrellas
preciosas que adornan el firmamento, los planetas, y en fin; todo el Universo
glorioso que conocemos. Ahora, póngase a pensar el tamaño del hombre ante ese
vasto universo si según los científicos astrónomos, vivimos en uno de los planetas
más pequeños de todo el Universo.
Empezando con que si el sol teniendo el
diámetro del largo de una cancha de básquet, la tierra podría ser del tamaño de
una pelota de golf. ¿Esto le asombra? Pues, que pensar si según los mismos
astrónomos, el sol es una de las estrellas más pequeñas e insignificantes de todas
las galaxias conocidas.
Entonces, ¿Qué tan pequeño somos los seres humanos?
Definitivamente es para quedarnos mudos
ante ese Dios tan inmenso que creó el Universo majestuoso y que el hombre mismo
no puede dimensionar. Lo que sí podemos hacer es postrarnos cada día y darle
gracias a Dios que si bien somos como nada en el universo, sin embargo, incomprensiblemente
para Él somos la máxima creación.
Dios nos creó con sus propias manos,
nos hizo a imagen y semejanza suya, sopló de su aliento en nosotros y nos dio
la capacidad para reconocerle y amarle. ¡Somos especial tesoro para Dios!,
fuimos creados para su gloria y alabanza, para rendirle toda nuestra adoración.
“Le has
hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le
hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus
pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de
los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh
Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (Salmo
8:5-9).